¡Parecemos alcahuetes de los amantes! “Son las parejas las
que luego de haber compartido una noche loca de amor vienen a ‘recargarse de energía’ con un
suculento caldo de gallina negra, aquí, en mi local, quién sabe si es para
volver a ese lugar de donde vinieron o para festejar el inicio de una
relación”. Así, con una sonrisa pícara y al parecer cómplice, nos narra Don
Aquilino Pinedo López quien hace más de 2 años se le ocurrió ofrecer a su
público uno de las sopas más preferidas por los limeños. Aunque hay que
resaltar que Don Aquilino Pinedo López empezó hace 25 años con la venta de
tamales y humitas, por lo que la gente lo conoce con ese rubro en su cuadra
donde vive. Además ofrece chicharrones con camote y salsa criolla acompañados
con café. Hay de todo.
Letrero que se ve en los exteriores de "Panca de Oro" |
Pregunté a los vecinos de la zona dónde venden ricos tamales
por aquí y me decían por la recta del mercado. Tuve que seguir buscando desde
temprano, ya que me habían dicho que se acaban rápido los tamales.
“Panca de Oro”, es el nombre del local ubicado en el jirón la
honradez 784 de la Urbanización Pro, en Los Olivos. Cuando llegué había personas
a la espera. Un joven llamado Iván era quien atendía al público. Venía con un
cooler y con bolsas en la mano. Abrió el recipiente y el vapor de los tamales
recién salidos de la olla emanaba por el local. Por orden de llegada empezó a
atender a las personas.
Los domingos son los días en la que familias de diversas
zonas del distrito llegan para desayunar a Panca de Oro. “Mis clientes vienen
de distintas partes, hay algunos que prefieren llevar para su casa”. También
llevamos a domicilio o a las empresas”, me cuenta Don Aquilino mientras hace el
pedido de una familia que lleva media hora de espera. Al rato llega una
señorita con panes y dos tazas de café. Los ubica en la mesa rectangular y se retira.
Una voz madura replica: “Nadie prueba nada hasta que nos traigan los
chicharrones”. Así, amenaza la señora Gloria Choque a sus sobrinos que ya están
desesperados por probar la carne de chancho. Ella viene todos los fines de
semana.
El kilo de chicharrón cuesta cincuenta soles, aunque no es
tan cómodo el precio, pero el sabor justifica el pago de los comensales. Los
tamales están dos soles. El café de taza grande está igual. De pronto aparece Ivan,
hijo de Don Aquilino, con una porción de chicharrón. Lleva 8 trozos de carne
bien cocidos a la mesa seis, donde se encuentra Gloria Choque y su familia.
“Señora, su pedido”, los deja y regresa con un plato lleno de camote dulce, más
un pote de salsa criolla con dos limones cortado.
Para qué describir cómo disfrutaron de los chicharrones con
los tamales, si solo basta con decir que los más pequeños se chuparon los dedos
con muchas ganas. No pasó más de media hora en la que una nueva familia ingresó
al local, esta vez eran 8 personas quienes iban a celebrar el cumpleaños de
Doña Irene, una vecina del barrio que cumplía 56 años.
Don Aquilino en plena preparación de los tamales criollos |
Ivan y Don Aquilino tuvieron que habilitar una mesa y más
sillas para que puedan acomodarse en el local, pero como ya no había espacio
optaron por comer en el patio exterior. “Joven por favor me trae 8 cafés y 5
kilos de chicharrón, bien servidos”, así expresó el hijo de Doña Irene José, quien
esta vez, invitaba a toda la familia, ya que era su primer sueldo que había
cobrado en su nuevo trabajo.
“Yo como siempre aquí, el vecino prepara muy rico sus
chicharrones”. Fue la respuesta de uno de los miembros de la familia que recién
había llegado al local. Las horas pasaron y venían jóvenes y niños a llevar
tamales. Llegó un señor llamado Leandro quien trabajaba en un restaurante en la
primera de Pro y compró 25 tamales. Me dio curiosidad y le pregunté por qué
lleva tantos tamales y él me contestó que fue mandado por orden del dueño que
labora en aquel restaurante, ya que ellos también ofrecen este potaje pero a
otro precio.
“Así es nuestro trabajo, los sábados y domingos tenemos más
gente, además contratamos a más personas, es nuestro negocio familiar. Mi hijo Iván
se encarga de atender al público, mi hija Ítala se encarga de los pedidos en la
mesa, mi señora está en la cocina sirviendo y quien le da el toque especial a
los chicharrones es mi hijo menor Alex”, va contando Don Aquilino quien está
cobrando a un cliente por el consumo.
Así pasa las horas hasta que llega la hora de cerrar. Cerca
de las 2 de la tarde el negocio tiene que descansar, ya que dentro de dos horas
empezarán a preparar el delicioso caldo de gallina negra. Nadie descansa aquí
en Panca de Oro. Don Aquilino sabe que los peruanos demandan mucho la comida. Vuelve
abrir a las 6 de la tarde, esta vez con otro rubro.
Un letrero rectangular blanco y desgastado se cuelga en una de las ramas del
árbol que tiene la familia Pinedo fuera de la casa. ‘Galdo de Gallina…..aquí’
así está escrito con una letras de color azul y una flecha rojo que orienta al
público al local. Otro ambiente se siente. En la cocina la señora Tula, esposa
de Don Aquilino, va echando los fideos al agua hirviendo de la gran olla junto
con los condimentos como los trozos de la carne de gallina. Los huevos y la
cebolla china picada se van separando en unos recipientes especiales. También
la infaltable “canchita” que es el adorno y el toque de sabor que le da a esta
sopa peruana.
Otro letrero se cuelga en la pared del local, al lado de un
cuadro de paisaje, en la que retrata los bailes típicos del departamento de Áncash:
Pomabamba. En este nuevo anuncio figura los precios de las distintas formas de
servir el nutritivo caldo. Al lado superior: Con presa, desde nueve soles,
siete soles y cinco soles. El más caro
viene con su respectivo trozo de carne y con un recipiente más grande
para aquellas personas que tienen un apetito más voraz. Al lado inferior del
letrero: Sin presa: cuatro soles. Este plato es acompañado de un huevo.
Tamal criollo con su sarsa de cebolla |
“Ya tengo 2 años en este negocio, no puedo quejarme, sale
para pagar los gastos de casa. Aquí
vienen de todo. Mototaxistas, choferes de taxi, choferes de combis, cobradores,
camioneros, comerciantes y sobre todo los amantes. Parecemos alcahuetes porque
escuchamos todo lo que las parejas se juran y rejuran aquí. Un sinfín de personajes
que se les antoja a probar este caldo”, son las palabras de Don Aquilino quien
ahora está sentado en su mesa con uno de sus diarios preferidos: El Comercio. También,
cuenta, que cierta vez entró una pareja de amantes quienes se encontraban tan mareados
que luego de haber consumido dos caldos de gallina se quedaron dormidos sobre
la mesa. Tuvo que esperar a que se despierten para cobrarles.
Y así me va narrando las historias que se tejen detrás de
cada comensal. Llegan de varios lugares. En una oportunidad vinieron de San
Juan de Lurigancho. También aseguró que en reiteradas ocasiones personas han
engañado diciendo que ya pagaron por el consumo del caldo. “En este negocio se
gana y se pierde. A veces me han
‘trabajado’ y han pedido su caldo sin pagar, ellos dicen que le dieron al otro
mozo. Esto sucede cuando se llena las mesas”. Además, dijo que este lugar es un
centro democratizador porque llegan de distintas clases sociales. “A veces vienen ambulantes con su mercadería,
otras veces llegan autos con lunas polarizadas de donde bajan señores con buen
vestir acompañados de mujeres atractivas”, me va contando en el preciso momento
que una señora pide uno para llevar.
“Vecino, me da uno para llevar, sin presa”. Entra a la cocina
para hacer el pedido a la señora, su esposa, Tula quien se encarga de servir.
Dentro de 5 minutos se lo entrega pero para esto el cliente ha traido su propio
taper. Una combí de la línea “Corazón de Jesús” se estaciona en la entrada del
local. Baja el chofer apresurado. Cierra la puerta del carro y se sienta en una
de las mesas. “Maestro me trae dos caldos con presas, pero rapidito”, pide el
conductor a Don Aquilino. Llega su pedido sin mucha demora. Al rato hace su
aparición el cobrador del vehículo todo sucio y desaliñado, claro es entendible
por el trabajo que realizan. Se sienta, coge la cuchara y empieza a ingerir la
sopa caliente. Mientras tanto empiezan a hablar de la jornada y de su última
vuelta. Comieron sólo como ellos saben
hacerlo. “Gracias tío, cuánto es”, el chofer mete la mano a su camisa verde y
saca 20 soles y le paga.
Es así como Don Aquilino Pinedo López trabaja diariamente desde
hace más de 25 años alimentando a muchos comensales. De mañana con los
chicharrones y tamales y por las noches con el caldo de gallina. Es un luchador
como los miles de peruanos que hay en nuestra capital. Él no espera nada de
nadie, él sólo genera su propio empleo y el de su familia. Su experiencia lo
garantiza y los comensales también.
Antes de despedirme del señor Pinedo le conté de lo que estaba haciendo con esta
entrevista y creo que noto en mi rostro de cómo estaba tan antojado con todo lo
que había visto que me dijo “no se vaya joven ahora vuelvo”. Llegó con un caldo
de gallina y me invitó a degustarlo. Sólo basta decir que disfrute del sabor
inigualable de Panca de Oro.
Chicharrones acompañado con el infaltable camote frito |
Sirviendo los ricos chicharrones |
Don Aquilino en pleno trabajo |
REDACCIÓN: MARCO ANTONIO PEÑA
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