Los conductores de transporte
público no tienen un mínimo de respeto por nuestra salud auditiva. Quién no ha
viajado en una custer o una combi para ir a su destino, aunque hay que recordar
que cuando una persona sube a estos
transportes uno tiene que asumir las consecuencias que conlleva la de viajar,
como la de soportar el bochorno, los malos olores, las discusiones con el
cobrador, la presión entre los cuerpos, etc. Ya que ellos (cobrador y
conductor) establecen sus propias reglas dentro de sus vehículos. Es común ver
las broncas que se arman entre el pasajero y el cobrador por causas económicas.
Aunque eso es otro tema y mucho más
amplio; a lo que me refiero es a la música estridente que retumban por los
parlantes ubicados en la parte superior del micro o debajo de los asientos y
que según ellos es para que los usuarios viajen “cómodamente”.
Lima es una ciudad que padece de contaminación auditiva
causada por fábricas y por el sistema de transportes motorizados, más aún en
las avenidas principales. Muy aparte del
propio sonido de los motores de los vehículos
y del sonido ambiental es realmente un martirio soportar diariamente
esta acción de los transportistas. Esta
contaminación acústica es un problema que afecta directamente a nuestra salud psicológica y fisiológica. Ansiedad, estrés, irritabilidad, dolor de
cabeza, taquicardia son algunas dolencias causadas por este problema. En un
informe de la OMS (Organización mundial de la Salud) los sonidos por encima de
los 90dB producen dolor de oído y por encima de los 130dB pueden causar
sordera. De hecho, esta entidad asegura que cualquier ambiente con una
contaminación sonora por encima de los 50dB es perjudicial para el cuerpo.
Los transportes públicos se han convertido en un
equipo de sonido con llantas. Y cuando alguien alza su voz para reclamar por el
ruido, ellos no hacen caso, pero si el usuario no quiere pagar su pasaje apagan
la radio rápidamente y si es posible se
estacionan en cualquier lugar apagando su motor para obligarle a bajarlo del
transporte. Claro el conductor y el cobrador con sus actitudes típicas del
peruano “pendejo” logran conseguir sus objetivos. Es que existen dos polos
opuestos. Por un lado, el cobrador tiene sólo una misión: la de meter la mayor
cantidad de personas en el micro lo que significa más dinero. Y por el otro,
los pasajeros que necesitan viajar en contra del tiempo para llegar a sus
destinos.
Hay que reconocer que no todos los transportistas
cometen esta insana actitud, algunos moderan el volumen de la música. Lo que
falta es una posición fuerte por parte de los usuarios y alzar la voz de
protesta cuando se viaja. Es que los pasajeros dentro del vehículo no dicen
absolutamente nada. Y si tanto les gusta la música con un volumen extremadamente
alto por qué no usan audífonos. Sería lo ideal. Pero esa acción lo veo lejos,
por lo pronto sólo alcemos la voz ante estos personajes.
Autor: Marco Peña
No hay comentarios:
Publicar un comentario