En
la década del 60´, el escritor peruano Sebastián Salazar Bondy definió a la
capital con un adjetivo muy subjetivo, pero cierto para la época en la que
vivió: Lima la horrible. Y creo que
esta frase aún perdura y perdurará en la mente colectiva de los limeños que
residen o frecuentan por la famosa “Ciudad de los Reyes”. Aún me atrevo a considerarla con este término pese a que algunos
crean que Lima ha cambiado.
Es muy conocido escuchar frases
como: ¡Ten cuidado en Lima! ¡En la plaza Dos de Mayo hay un montón de choros!
¡Si sales tarde de clase procura ir con amigos! ¡No camines por Cailloma ni por Colmena! Son los grandes
consejos de los padres. Y es lamentable que la inseguridad en Lima haya crecido
con cifras alarmantes que sinceramente ya no da ganas de salir de casa. Y con
toda esta ola de asaltos que ha sucedido este año, el temor aumenta cada vez
más en los ciudadanos de a pie.
Según las estadísticas de la
Policía Nacional. Por ejemplo, durante los meses de enero y febrero del 2012,
el número de personas requisitoriadas ascendió a 2,536, es decir, se incrementó
121% respecto al año anterior. Y eso sin contar las agresiones, secuestros, violaciones,
etc. Nadie es libre de estos acontecimientos que afectan la integridad física. Y no solo es en Lima. En
cualquier parte de la capital la delincuencia se apodera de las calles y
avenidas principales. Es que estas personas del mal vivir solo tienen una
misión: la de robar. Y los casos son palpables.
Cuántas veces hemos sido testigos
de asaltos, en vivo, a plena luz del día, mientras viajamos en el colectivo.
Tanto así que sentimos esa impotencia de no poder actuar y solo nos quedamos
con la mentada de madre en nuestra mente sobre todo cuando suceden esos
tráficos insoportables a tempranas horas o en las noches.
Podemos decir que son los
transportistas los que nos dan aviso y advierten de estos personajes: ¡Señores,
guarden sus celulares que ya entramos a la zona brava! ¡Señores, cierren sus
ventanas! Aunque hay que diferenciar un asalto de esta naturaleza a un atraco
entre dos o más sujetos quienes atacan sin medir consecuencias. Muchos de estos
portan armas blancas y por el estado en que se encuentran son capaces de
cometer un asesinato con tal de cumplir su objetivo.
Pero, entonces, ¿qué hacer?; si
cuando alguien denuncia un asalto ante un policía, este no hace caso o solo te
advierte que tengas cuidado. ¿Quién nos defiende? ¿Los delincuentes son más
fuertes que la fuerza policial? ¿A las autoridades poco les interesa la muerte
de alguna víctima de asalto? ¿Qué pasa en nuestra sociedad? ¿Es un mal
necesario? A todas luces ante estas interrogantes solo una respuesta: tendremos
que crear nuevas formas de autodefensa personal para proteger nuestra
integridad física ante estos sujetos. Y solo me queda decir que Bondy no se
equivocó al decir que Lima es y sigue siendo “horrible”.
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